3 de septiembre de 2012

Más que Boluda.

Entre mates, reportes y armado de campañas, en este lunes, decidí contarles otra de mis legendarias(?) anécdotas. En el día de hoy me olvidé de ponerme mi tan amado reloj pulsera, así que, al sentirme un poco desnuda, pretendo rellenar el vacío emocional que tal olvido me causa escribiendo para ustedes.

Estoy pensando, después de recibir la sugerencia más de una vez... dos para ser precisa, en convertir mis escritos en un stand up. Claro que tendría que conseguir algún/a voluntario/a para que los interprete, ya que yo resulto bastante molesta cuando cuento cosas en vivo y en directo, más de uno lo ha sufrido. No, no es lo mismo que por acá, es casi de cuento de terror tener que verme la jeta mientras hablo de cosas que a nadie le importan contadas de manera hilarante pero aún así sin el más mínimo sentido. Y si bien conozco gente idónea para el "puesto", no tienen la disponibilidad necesaria para las 4 funciones semanales con las que pienso largar el espectáculo (?). Atalo que se te va a escapar.

Como todos saben, este espacio, que tiene muy poco sushi, está dedicado a contar cosas que me hayan pasado a mi o a cualquiera de ustedes, en caso de que los conozca y registre alguna anécdota digna de ser contada, obviamente, nada garantiza que estos hechos sean verídicos, o siquiera verosímiles, todos se acuerdan de esa vez que me abdujo un ama de casa extraterrestre y utilizó mi cuerpo para satisfacer sus más bajos instintos, cuando me depositó en mi casa de vuelta, tenía toda la ropa doblada, alguna que otra prenda planchadita y CREO que estaban lavados los platos, pero no recuerdo bien, seguramente por el shock de la abducción. Volviendo a la falta de certeza sobre la verdad de los hechos descriptos en el presente blog, les cuento que realemente me chupa un huevo si me creen o no, porque es posible que algunas cosas no sean verdad, no como lo de la abducción de la que acabo de hablar, que no requiere ningún tipo de comprobación dada su indiscutible veracidad.

Hoy tengo ganas, después de contarlo por enésima vez en persona, a distintas personas, claro, porque si hubiera sido siempre la misma se habría pegado un tiro ya, de hablar sobre una curiosa fiesta de disfraces en la que terminé, ya les voy a describir cómo, limpiando vómito ajeno. Sí señores, leyeron bien. Obviamente reservaré las identidades de los implicados, incluyendo la mía, por cuestiones obvias (?).

Todo comenzó con una particular invitación, una compañera del trabajo de ese momento ((¿qué otra cosa podía ser que agente de call center? no sé, tiren ideas)), cumplía sus tiernos ya-no-me-acuerdo-cuántos y organizó una preciosa fiesta de disfraces en su pseudo-mansión en el barrio de Villa del Parque, o por ahí, no sé.
Primero que nada, había que definir el disfraz a utilizar, para lo cual había dos obstáculos, si es que así se les puede llamar, el primero: era around noviembre y ese año habíamos tenido fiesta de Halloween a fin de octubre, con lo cual, ya quemaste un disfraz, en mi caso, como lo había alquilado, preferí improvisar algo para no volver a gastar guita en ropa prestada, porque al fin y al cabo, alquilar un disfraz es pagar para que te presten ropa. Dentro de este punto vale incluir que también improvisé un disfraz para un amigo que iba conmigo a la fiesta y tampoco tenía disfraz, pero como era más codo que yo, menos que menos iba a gastar en un alquiler.
Segundo punto que nos obstaculizaba era que, más allá de lo codo que fuéramos, realmente no teníamos un mango.

Fuera de toda discusión estaba el hecho de asistir a la fiesta, porque, ¿qué clase de fiesta sería sin nuestra presencia? (?). Por lo tanto, terminamos "disfrazados" yo de algo que intentaba asemejar una japonesa ((tenía un kimonito guardado, que desempolvé para la ocasión -no sean malpensados-)) y a mi amigo le eché una tela brillosa encima, otra compañera le llevó un turbante y quedó algo parecido a un jeque árabe... ponele que zafábamos.

Algo así, pero más rasca.

El punto de encuentro estaba en el trabajo, en Microcentro, límite con San Telmo. Cuando llegamos ((el punto de partida era mi casa, en la gloriosa Avellaneda)), había unos cuantos especímenes que se habían sumado al evento sin ser invitados, como suele suceder, pero uno en particular que no llevó ningún disfraz, acusando haberse disfrazado de telemarketer, originalidad lvl: 0. Lo particular del susodicho es que era un tipo callado, y extremadamente aburrido, pero muy llamativo, hablando en términos de apariencia física, de esos que ganan sin tener que decir una palabra, entonces le perdonaban todo. Este ha sido uno de los grandes ejemplares del hombre histérico
¿Mencioné que íbamos disfrazados desde casa? ¿No? guau, qué olvidadiza, bueno, lo menciono ahora: íbamos disfrazados desde casa. No contentos con esto, el resto de los invitados que iban desde el laburo se disfrazaron también  y arrancamos hacia el noroeste de la Ciudad de Buenos Aires como un contingente de cosplayers raros escapados del Borda y el Moyano, sin ofender a la gente que se encuentra internada en dichos establecimientos, claro.
Desde Microcentro tomamos dos colectivos, lo que hizo un total de tres para mi amigo el jeque árabe y yo, el ride fue bastante divertido y el contingente incluía: una novia trola, una bailarina de danza clásica, un Paolo el rockero y el telemarketer además de nosotros dos.
Cuando llegamos, había alcohol como para desinfectar todo el Borda y el Moyano, ya que estamos en tema, unas 3 o 4 veces. Hasta una gelatina hecha con vodka había. Claramente todos estuvimos del orto mucho antes de lo esperado.

Para las 0700am, más o menos, llegó el momento hippie del pedo generalizado que teníamos y nos encontrábamos todos sentados en el piso, en ronda, hablando de cosas importantísimas y profundas, como política, ética y moral, o cómo hacer una milanesa, no sé. 
La cuestión es que "el telemarketer" estaba sentado con nosotros apoyado en una silla al más puro estilo "llantoman" o "dormidoman" o "quebradoman", bueno, ustedes entienden. Y en eso, veo que la dueña de casa me golpea el vidrio del ventanal que daba al patio y señala el piso, yo, que mucho no entendía, me ofusqué por el hecho de que me desviara de la importantísima tarea de liderar el acalorado debate que estábamos teniendo.

Después de la 3ra vez que me golpeó el vidrio decidí que el hecho de que señalara el piso podía significar que quería que mire hacia él, y así lo hice, sólo para encontrarme con un charco de vómito de una circunferencia similar a la de una palangana, color amarillo ya que el susodicho había comido únicamente chizitos esa noche. Instantáneamente todos pegaron saltos hacia atrás desde sus posiciones, al tomar conciencia de lo asqueroso de la situación, como si hubiesen visto un enjambre de avispas enfurecidas que se les venía encima... hombres y mujeres reaccionaron de igual forma, no olvidemos el estado en el que estaban.

A todo esto, la dueña de casa dijo, detrás de un balde y un trapo de piso "ahora tienen que limpiar"... y ¿quién terminó limpiando?, claro, como esto es la crónica de un vómito anunciado, todos ya saben que la respuesta a esa pregunta es "vos, Mistress", el problema es cuánto más asco les dio a los demás verme limpiar. Obviamente yo estaba a un tris de alcanzar el estado del muchacho disfrazado de telemarketer y para cuando terminé de limpiar me dirigí al baño y perpetré un acto similar.

No feliz con lo que ya había acontecido, cuando nos dirigimos a la puerta de salida para emprender el regreso a nuestros respectivos hogares, el dichoso muchacho volvió a "largar los chanchitos" en el felpudo de entrada de la casa, y una tercera vez en el arbolito de la puerta. Es más que obvio que para este momento yo dije "se van todos a la reputa madre que los remil parió, yo NO limpio otra vez".

Pero la boludez de Lu no termina ahí. No me alcanzaba con haber limpiado vómito ajeno y terminar vomitando yo, sino que cargué al susodicho todo el viaje de vuelta desde Villa del Parque, o lo que yo creo que era Villa del Parque, hasta Microcentro de vuelta, desayunamos en Mc King® y ya desde ahí, casi recuperada, me dirigí a mi humilde morada en la zona sur del Gran Buenos Aires sin siquiera un mugroso "gracias".

Varios tenían razón, este posteo no describe el peor finde de la historia, el que acabo de contar lo supera ampliamente en nivel de loserness, pero aún quedan muchos por contar, así que dejaré a criterio de la audiencia la composición del Top 5.

¡¡Ahí se ven!!

PD: el sujeto agradeció 3 años más tarde, lo crean o no.

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